Nacedero de vino y gintonic, se acabó el estado de alarma y tal (cara B)

Había ganas de una buena cueva nocturna tras el fin del Estado de Alarma y por consiguiente su toque de queda de las 23 horas. En la aproximación, a mi amigo Josué y a servidor nos extrañará sobremanera ver a tres espeleólogos salir sorprendidos de dentro de la cueva... Uno parece nervioso y habla de lamias que se insinúan, y los otros dos de un espeleólogo en mal estado, como si hubiera tomado un fármaco neuroléptico o relajante para caballos. 

A Josué y a mí nos gusta más todavía la idea de visitar la cueva, y subimos el terraplén de acceso. 

En el vestíbulo de entrada nos asalta un portero llamado Jhony. Viste camisa de tirantes, chupa negra cool, y zapatos de rockabilly. Lleva una lista de invitados y aunque habla borracho como una cuba, es estricto con los nombres, tanto que, discutirá al dueño de la cueva la entrada de un tal Patxi , risueño y buena gente, aunque este vaya del hombro del primero. Tras el vestíbulo, una salita repleta de espeleotemas y luminosa por una importante abertura en el techo, nos recibirá con ginebra, tónica, vino y hasta pinchos y tortilla cocinados por un fortachón maestro de ceremonias. De pronto, en vez de acertar en introducir el revuelto de tortilla en la sartén, pone hecho un cristo la vitrocerámica. 

Tras un giro, la cueva muestra su sala estrella, donde una pantalla gigante rezuma puto regeaton, Oskorri y música terrible de un tipo que calza mostacho rollo Dalí. Si pudiese lo mataba. En frente dos espectaculares lamias bailan y se contonean con la música. Una de ellas, delgadita, practica saltos de tigresa sobre un sofá metiendo hueso como puñaladas. La más alta, introvertida, esconde un alma sensible, pero bueno, todo el misticismo se va al garete cuando baila la música del cabrón que quería matar antes. En una esquina, la Xorgiña mayor,  seduce a un imberbe jovenzuelo que, jugando por debajo de la manta que los cubre, toquitea el nacedero mayor de la cueva, seco pero con ganas de inundar Agoitz como si Itoiz reventara. El ambiente está edulcorado con zumos de mandrágora y jengibre, y vino y gintonic que caen descuidadamente al suelo del parqué. 

Tras la sala de la abertura en el techo y la sala de las lamias, varios habitáculos vestidos de estalagmitas y estalactitas erectas sirven de lugares de retiro y de pecado. Una nueva lamia que habla como Aida de la serie televisión "Aida", mira con la complicidad de quienes ya se conocen la piel y los cuerpos, al dueño de la cueva, un tipo simpático ciertamente, que esperamos de buena cuenta de la lamia y la lamia de él. Este, antes de retirarse a sus aposentos pecaminosos me propone rapelar la presa de Itoiz como en su día me propuso rapelar en un frontón por una cuerda de paca y acabar detenidos, como si este embalse hubiera alguna vez inundado alguna otra cueva suya en posesión, aunque también es cierto que Itoiz amenaza su cueva, nuestra cueva. Pero lo mejor está por llegar, porque entra en la cavidad el Rey de Elkarte, que acaba de levantar una buena pieza en su cacería de caza menor de pelo, una extraña raza de conejo que, tiene la costumbre fidelizar y casarse a toda mecha. Tod@s en la cueva aplaudimos al maestro. La noche sigue y todos los espeleólogos vamos cayendo por el cansancio que produce la exploración y las prospecciones en este tipo de cavidades.  El hermano del dueño observa el jaleo en silencio, y Jhony cae rendido como en la canción "Cerebros Destruidos" de Eskorbuto. También hay un tipo llamado Torre o algo así que hará las delicias de los presentes con su forma de ser jovial y fiestera mostrando músculo y tatus. 

El cansancio se apodera de mi y caigo rendido en el suelo, ese mismo donde se derramó el vino y el gintonic. Sueño con lamias y chicas incas hasta que me despiertan unos gritos; en el exterior de la cueva, bajando por la carretera de entrada al pueblo, un tío muy salado camina con un puto cono de carreteras en la cabeza. Es finde y Boby lo sabe... estoooo quería decir que se nota el fin del estado de alarma porque la gente tiene ganas de hacer cositas, algunos como este chico, ponerse un puto cono sobre la cabellera y pasearse con la amenaza de los foraletes. De algún lado de esta oquedad navarra me llega música ancestral, pumpum y gemidos, mientras busco un sitio cálido en el suelo donde volver a soñar con lamias. 

Un rayo de luz ilumina mi moflete y me vuelvo a despertar. Estoy abrazado a un par de zapatillas negras que huelen a Shane MacGowan de The Pogues muerto, cagado y meado encima por el efecto de la heroína. ¿Cómo acabé dormido abrazado a esto? Ojo porque un recuerdo terrible acecha mi memoria; el joven imberbe que toquiteaba a la Xorgiña Mayor había rozado su cuerpo con el mío, tendido inocente en el suelo, simulando sexo pretencioso, cuando a mí me gusta suave y con mimitos. En la sala de la abertura en el techo el rey de Elkarte duerme en el suelo tapado con un abrigo como si estuviera recién fallecido, cubriéndole torso y cara. En una esquina, Jhony ronca empotrado entre rocas, semi-incorporado, con los brazos caídos y las piernas rectas sobre el piso.

Me encanta vivir, y vivir bien, y la espeleo me da todo ello. 

Eskerrik asko diosa amalur por todo esto. Un beso. Donde quieras. 

-DESECHABLES - Quiero Pasarlo Bien (1984)


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