Erik Noya, subcampeón del mundo.


Conozco a Erik Noya de vista de Rocópolis. Lo conocí borracho, yo, en el porche del rocódromo de Berrioplano mientras tenía él una "animada" charla sobre chavismo, el bloqueo económico estadounidense sobre el país sudamericano, y demás particularidades venezolanas con un amigo. Aquella charla desembocó en unas stories de instagram hechas por el hispano-venezolano dando su versión sobre Venezuela, y ahí empecé a conocer a este spiderman de la velocidad. Este pájaro supersónico ya era por entonces campeón de España de escalada de velocidad y era el entrenador personal del que a la postre sería campeón olímpico en Tokyo, Alberto Ginés. Hace poco más de una semana lo vimos entrenar en Rocópolis y aluciné de ver esta modalidad de escalada in situ. Él y un chico joven subían por el plafón de Rocópolis homologado (15.5 metros de altura, 6 metros de ancho, 5 grados de inclinación sobre la vertical, 6b/6b+ de dificultad) con una potencia y una virulencia increíbles, destacando los golpes y ruidos contra el plafón, y que no se perciben en una pantalla de televisión u ordenador. En la serie que le vi a Erik, el velocista detuvo el crono en 6.20 segundos entrenando... Lo cual me pareció sorprendente porque en la Copa de Europa de Escalada de Innsbruck de finales de Junio fue top 5 con una mejor marca de 5.97 (récord entonces de España, aunque el 1 de julio lo rebajaría a 5.89). Allí mismo, al lado de usuarios normales y no tan normales como el que escribe, a la derecha del arco de Rocópolis, un tipo subía entrenando en tiempos parecidos a los récords de un montón de países y a un segundo del récord del mundo (lo tiene el indonesio Veddriq Leonardo en 5.208). Y ayer, varios días después a aquel entrenamiento, el escalador de acento venezolano y tren superior musculoso, se proclamaba subcampeón del mundo de escalada de velocidad en Moscú....

El mismo día que mi amigo y traumatólogo de rodilla Iñigo Orradre, cumplía la hazaña de ser finisher en la TOR (349km y 31.000m+) en 103h y un meritorio puesto 36, un tipo al que conozco de vista y que habíamos observado la semana pasada cómo hacía sus sprints verticales (ríete de un ascensor convencional), se hacía con el subcampeonato del mundo de velocidad.... Curioso. Ha destacado su participación en el campeonato del mundo por su consistencia, sin fallos en un deporte de eliminatorias y fallos habituales (un poco aleatorio), siempre en tiempos por debajo de su anterior récord de España menos en la final; 5.81 en clasificatorias, 5.70 en octavos y eliminando por 5 centésimas al campeón del mundo en 2018 Reza Alipour, 5.87 en cuartos, 5.74 en semis, y haciendo su peor sprint en la final con 5.95 frente a los 5.73 de Danyil Boldyrev, campeón también del mundo de velocidad en 2014. En chicas, se proclamará campeona del mundo la ucraniana Natalia Kalucka, en una especialidad donde dominan atletas del este. En vigésimoprimera posición quedará la aragonesa de 17 años María Laborda con un tiempo de 8.74. 

En 2024 cada especialidad de escalada otorgará sus propias medallas en los juegos olímpicos de París, no como en Tokyo que se hizo una única competición que comprendía las tres especialidades (velocidad, dificultad y boulder), por tanto quedan tres años para comprobar si el nuevo pulso ofrecido desde Rocópolis con la velocidad (véase Erik Noya o Alberto Ginés), se mantiene y da nuevos frutos. En tiempos en el que sociedad y marcas viven confundidas (las segundas con intereses), por el deportista, cualquiera, que mejor se vende en las redes, quedan los discursos en apoyo al deportista de alto nivel; que se centre en entrenar y el marketing se lo haga el sponsor. Hasta entonces queda verles entrenar y echar un vistazo al número de la pantallita. Esperemos que cada vez en mejores condiciones. En serio, verles y sobre todo "escucharles" entrenar contra el plafón es espectáculo puro y duro.

Rokopolis.








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