Simon Anthamatten y la Mercantilización de los Rescates de Montaña.

<<Simon tiene en su haber escaladas muy sobresalientes en Patagonia, El Capitan, el Himalaya Indio, o en Alpes. En 2009, junto a Ueli Steck logró el Piolet de oro por la cara norte al Tengkampoche (6500m) y ha estado nominado en otras ocasiones. En 2013 realizó la notable primera ascensión de la cara sur de Kungyang Chhish (7400 m) en Pakistán junto a los hermanos Hansjörg y Matthias Auer. También ha sido campeón de la Copa del Mundo de escalada en hielo en 2009. >>

Cuando en 2013 vi "Pura Vida, The Ridge" el magnífico y premiado documental de Pablo Iraburu y Migueltxo Molina que narra el intento de rescate del himalayista navarro Iñaki Ochoa de Olza en la sur del Annapurna en 2008, y describe a sus rescatadores, aluciné en colores. Por alguna extraña razón el documento audiovisual omitía el nombre y la actividad de uno de los rescatadores que más alto había ascendido en el intento de rescate; el suizo Simon Anthamatten, compañero de cordada en el Himalaya aquellos días del mito Ueli Steck.  En mi caso, venía de leer con mucho gusto el libro y crónica completísima del rescate de Jorge Nagore, "Los Catorce de Iñaki" de Saga Editorial (año 2011), y no comprendía la omisión de Simon Anthamatten. Además, aun recordaba con claridad que Ueli no acudió solo al rescate. Finalmente, se explicaba en círculos de montaña navarros que Simon habría rechazado aparecer en este documental alegando motivos éticos, que él como trabajador de la empresa rescatista Air Zermatt había participado en el rescate por principios y cuestiones personales, que es natural y normal ayudar a otro ser humano en apuros en la montaña, y que no compartía de manera general la mercantilización de los rescates de montaña. Sea como fuere, por el intento de rescate de Iñaki, él y Ueli fueron galardonados con el premio Prix ​​Courage de la revista suiza "Observer".

Simon Anthamatten es un tipo especial y muy íntegro, además de ser uno de los mejores alpinistas del s.XXI. Desde hace más de una década defiende el alpinismo independiente, "el que no explota la imagen del alpinista comercialmente". Por ello, se dedica a guiar clientes en Alpes desde Zermatt, su casa, como sustento económico alternativo para descansar y activarse en "modo expedición" cuando quiera. "Los patrocinadores son fundamentales, pero también es importante tener éxito en mantener una cierta independencia. Cuando estás en la montaña, tu seguridad depende de las decisiones que tomes, debes ser objetivo, no sucumbir a presión externa, como la de los patrocinadores." Anthamatten es consciente en mayúsculas de la presión que ejercen los patrocinadores, y por ende consumidores y sociedad. El alpinista que vive de la comercialización de su imagen, y esto va con la persona, se ve empujado en ocasiones a hacer cosas extrañas como Ueli en la sur del Annapurna (Himalayan Database ha dicho este año que Ueli mintió), como Kilian en sus dos veces en la cima del Everest (sin fotos, ni tracks y una defensa ante Himalayan Database un pelín extraña), como cualquier influencer de instagram que pide que se le etiquete en actividades que no ha hecho (práctica bastante más habitual de lo que creemos), o como en este caso cuando se hace comercialización de un rescate. Porque la historia de los rescates en montaña y su mercantilización viene de muy lejos y se trata de un debate que está encima de la mesa en mayor o menor medida según la época. 

Simon.

Uno de los primeros grandes rescates mercantilizados que se recuerda es el de Gary Hemming en el Dru, sobre Chamonix, en 1966. El alpinista estadounidense con varias aperturas en sus espaldas en el macizo del Montblanc, pasó de vivir casi en la indigencia a salir en portadas de revistas y programas de televisión tras adelantarse a los equipos de salvamento en el rescate de una cordada alemana en esta mítica aguja alpina. Cuenta la leyenda que cuando llegaron los equipos de rescate a la posición de Gary y los alemanes, en medio del mal tiempo, les miró y les dijo "son míos". Gary acabaría su vida suicidándose con una pistola en el Grand Teton en 1969, sin antes dejarnos frases para el recuerdo como esta: "Como alpinista experto me siento responsable de los rescates difíciles. Todos los alpinistas son responsables, no sólo los guías y los militares. Y además, ¡piensa! Es algo bonito. ¡Es bonito! ". En España, en 1970, tuvo muchísima repercusión el rescate de los dos montañeros madrileños Lastras y Arrabal enriscados durante casi dos semanas en el intento a la primera invernal a la oeste del Picu Urriellu. El rescate se convirtió en un fenómeno mediático que protagonizó las portadas de los periódicos de la época y tuvo en vilo a todo el país. Lamentablemente y contra todo pronóstico, Latras, que había bajado por su propio pie a diferencia de Arrabal al que bajaron en helicóptero, moriría una semana después a su rescate por una complicación respiratoria. De este rescate, algún que otro protagonista vería crecer su popularidad hasta límites insospechados. 

Revista Match, Gary Hemming.

Porque de esto trata el debate. ¿Convertir un rescate de los tantos que se producen en la montaña en un negocio o un evento comercial, es ético? Para personas como Simon Anthamatten no lo es. En el caso del intento de rescate de Iñaki Ochoa de Olza hubo un discurso terrible en Navarra y España; "los rescates en gran altura no son posibles, una vez allí arriba cada uno es responsable de si mismo, si hubo catorce rescatadores peleando a brazo torcido por rescatar a Iñaki, fue porque Iñaki era excepcional". En otras palabras, si tú eres una persona no conocida y te fastidias a esas altitudes, te jodes. De aquella época son las terribles e ilógicas palabras de Carlos Pauner, y bueno, de muchos himalayistas de aquí;  "la propia altura te destruye por dentro y el himalayista lo sabe. A partir de 5.000 metros no hay rescate y tienes que saber que estarás solo. Eso es algo que cualquier himalayista debe tener claro”.  Algunos vendieron el rescate de Iñaki como algo fuera de lo común, que la norma era no rescatar por encima de los 7000 metros. Obviamente eran otros tiempos, y la catadura moral de algún colectivo era realmente muy baja. La historia del alpinismo estaba ya repleta de rescates por encima de los 7000 metros antes y después al intento de rescate de Iñaki Ochoa de Olza. Este fue excepcional por el nivel y nombre de los implicados, también por la obvia repercusión que tuvo, sin embargo desde hacía décadas ya se producían innumerables rescates hasta altitudes muy extremas practicados por sherpas anónimos... ¿Quién no se acuerda de los tantos sherpas que han subido innumerables veces por encima del collado sur del Everest (8000m) con víveres y ropa en busca de alpinistas con problemas hasta 8700 metros? ¿Es el hecho de no nombrar a los habituales rescatistas sherpas y si a rescatistas occidentales un ejercicio de marketing interesado que vender en occidente? ¿Es racismo? En cuanto a alpinistas de aquí, ¿nadie se acuerda del rescate de Ramón Portilla y Sebastián de la Cruz a Juanjo San Sebastian a 7300 metros en nada más y nada menos que la norte del K2 en 1994? Por desgracia no pudieron hacer nada por Atxo Apellaniz. Simone Moro y el propio Denis Urubko en 2.001, cuando intentaban nada más y nada menos que la primera travesía Everest-Lothse,  cuando estaban a punto de conseguirlo, renunciaron por socorrer a más de 8.000 metros a un joven inglés. Tuvieron que superar, en esas condiciones, 200 metros de desnivel para socorrerle, y vivaquear con él, en el caso de Simone sin saco, ya que se lo cedió al británico. ¿Nadie recuerda que Ferran Latorre se encontró inconsciente al mismísimo Juanito Oiarzabal a 7800 metros en la normal del K2 en 2004 y que tuvo que revivirlo con medicamentos y ayudarle en el descenso sacrificando su propio intento a cima? ¿Nadie recordaba ni recuerda tantos y tantos rescates en altura posibles?

Durante mucho tiempo algunos alpinistas de aquí repetían, y siguen repitiendo como vemos en algún caso de omisión de rescate los últimos años, el mantra de que allí arriba cada uno es responsable de sí mismo, sin posibilidad de rescate. Incluso, se empieza a hablar de consecuencias penales por omisión, al igual que ocurre en cualquier otra montaña del mundo. Este mantra se utilizaba y se utiliza por clientes y guías que se juegan mucho dinero con la consecución de la cima como para abortar un intento definitivo por mostrarse un poquito humanos y echar una mano a un alpinista en apuros. Ocurre también en los alpinistas patrocinados que no poseen cierta independencia sobre los sponsors, como demanda y consigue Simon Anthamatten, y se ven presionados por hacer cima sí o sí, sin importarles los problemas de los demás si los tuvieran en aquellas altitudes. Y aquí entra en escena la gran posibilidad de rentabilizar comercialmente un rescate, "de acuerdo, no he hecho cima por rescatar a este tipo en apuros, pero vamos a sacar tajada de ello", por eso unos rescates tienen sospechosamente más repercusión que otros, o unos se manejan de una manera y otros de otra, y se acusa o se ha llegado a acusar en ocasiones a alpinistas top de aparecer en rescates como ejercicio de visibilidad, reconocimiento y marketing. Al fin y al cabo el gran público consume habitualmente morbo, sufrimiento y estrellas. Por eso para Simon y muchos otros alpinistas los rescates deben realizarse con el mayor cuidado informativo posible. Se rescata por ayudar a un congénere, no por negocio, visibilidad, ni querer destacar sobre el resto.

Cuestión de valores.



Comentarios

  1. Aupa, gran artículo! Mucha información y que se lee como si nada! Una persona hecha y derecha Simón!

    Un saludo

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