Bautista Barandalla
En el Portillo de Etxarri con el monte Berian y San Adrian en el decorado. |
Bautista me habló entonces de dos de sus hijos, que en el pasado habían sido ingeniero y mecánico respectivamente, y que por entonces empezaban a hacer queso de vaca bajo la denominación de Jeingenekoa. El pastor de casi ochenta años (¡cómo se movía por el monte a su edad!), me confesaría además, que tenía seis ovejas latxas por capricho. Al salir del hayedo y teniendo vistas al Portillo donde comenzaríamos el descenso a la Sakana, las tres vacas se desmadraron, una se iba para la derecha y las otras dos corrían hacia la izquierda, y Bautista empezó a gritar a mil juramentos por segundo. Después me dijo: "No tienen ganas de bajar al pueblo, este año llovió mucho en la sierra y aún tienen mucha comida, ¿bajamos a Etxarri?" Y para Etxarri que bajamos.
En el camino de bajada, el hombre empezó a hablarme de su sobrino y ahijado llamado como él Bautista Barandalla. Por entonces las calles del pueblo estaban pintadas con el rostro de su sobrino. "Mi ahijado hizo algunas cosas malas hace muchos años, pero ya ha cumplido por ello, ahora está enfermo, y es una bellísima persona. No puede estar más tiempo en la cárcel." Más abajo me explicó la historia de una cruz moderna que hay a la orilla del sendero, "Adur era amigo de mis hijos, murió el año pasado con 22 años en este mismo lugar. Fue un paro cardíaco. Pobre muchacho." Después me acercó al pueblo en coche desde su nave ganadera, y me regaló medio queso de vaca y uno entero fresco por haberlo ayudado.
Siempre estaré agradecido a este hombre de Urbasa de los momentos vividos, a veces cuando vuelvo a la Sakana espero volver a verlo.
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