Bautista Barandalla

En el Portillo de Etxarri con el monte Berian y San Adrian en el decorado.
Conocí a Bautista Barandalla en la última rampa hacia el Portillo de Etxarri en el año 2007. La excusa de él para entrar en conversación conmigo fue la de que tenía tres vacas pastando en Urbasa, y me preguntó si yo las había visto. Recuerdo que al poco de conocernos nos topamos con un cazador apostado en el camino, que se enfadó mucho con nosotros porque habíamos asustado a un jabalí... Y así, sin quererlo, hicimos buenas migas, y le prometí que buscaría las tres vacas con él. Primero subimos al monte Baiza, y en su antecima llamada Artzabal, me explicó que cada 1 de Mayo los vecinos de Etxarri colocan allí una ikurriña inaugurando la época de pastoreo en Urbasa. Lo mismo hacen los vecinos de Bakaiku en la otra antecima de la montaña, las espectaculares peñas de Iruaitzeta. En la Ermita de Santa Marina el hombre se adentró en la niebla en busca de sus tres cabezas de ganado y me dijo que le esperara unos minutos junto a la ermita. Al poco rato regresó con las manos vacías,  y una y otra vez Bautista preguntaba a todo con el que nos cruzábamos por sus animales. De repente la niebla desapareció, y en un claro del bosque en la vertiente sur del cordal, aparecieron sus tres dichosas vacas. El hombre lleno de felicidad, las recogió en un grupito y decidió llevarlas hacia el Portillo de Etxarri, rodeando el monte Baiza.


           Bautista me habló entonces de dos de sus hijos, que en el pasado habían sido ingeniero y mecánico respectivamente, y que por entonces empezaban a hacer queso de vaca bajo la denominación de Jeingenekoa. El pastor de casi ochenta años (¡cómo se movía por el monte a su edad!), me confesaría además, que tenía seis ovejas latxas por capricho. Al salir del hayedo y teniendo vistas al Portillo donde comenzaríamos el descenso a la Sakana, las tres vacas se desmadraron, una se iba para la derecha y las otras dos corrían hacia la izquierda, y Bautista empezó a gritar a mil juramentos por segundo. Después me dijo: "No tienen ganas de bajar al pueblo, este año llovió mucho en la sierra y aún tienen mucha comida, ¿bajamos a Etxarri?" Y para Etxarri que bajamos.

            En el camino de bajada, el hombre empezó a hablarme de su sobrino y ahijado llamado como él Bautista Barandalla. Por entonces las calles del pueblo estaban pintadas con el rostro de su sobrino. "Mi ahijado hizo algunas cosas malas hace muchos años, pero ya ha cumplido por ello, ahora está enfermo, y es una bellísima persona. No puede estar más tiempo en la cárcel." Más abajo me explicó la historia de una cruz moderna que hay a la orilla del sendero, "Adur era amigo de mis hijos, murió el año pasado con 22 años en este mismo lugar. Fue un paro cardíaco. Pobre muchacho." Después me acercó al pueblo en coche desde su nave ganadera, y me regaló medio queso de vaca y uno entero fresco por haberlo ayudado. 

             Siempre estaré agradecido a este hombre de Urbasa de los momentos vividos, a veces cuando vuelvo a la Sakana espero volver a verlo.

En Iruaitzeta.



Y las tres vacas aparecieron...



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