El día que me despeñé (hace 9 años)
Los Galayos "antes de la tormenta". |
Pues si. Sé lo que se siente cuando uno cae por una pendiente de roca y nieve sin control, dando tumbos y volteretas, golpeando con las rocas, intentando agarrarte con las manos y las uñas a la vida, con la adrenalina a tope y siendo consciente de lo que te ocurre.... Han pasado nueve años, pero aun recuerdo el momento como un vídeo de GoPro, rollo cámara "on board" de Fórmula 1. Kike y yo habíamos dejado un coche en la Plataforma de Gredos y nos habíamos dirigido con otro a Nogal del Barranco, sobre el pueblo de Guisando, al otro lado de Gredos, para hacer en el día la travesía sur-norte del Gran Galayo (2215m) con cuerda. Era abril, había nieve en la sierra, y a primeras horas de la mañana habíamos ascendido hasta un rincón de la montaña llamado "La Pretura", por debajo del Refugio Victory. Allí cambiamos de orilla geográfica para tomar las zetas del sendero de acceso al refugio, al otro lado del barranco, y sin esperarlo, en un lugar fácil, sin aviso por megafonía, llegó el tonto accidente que puede costarte la vida.
En frente nuestra los espectaculares Galayos se quitaban de encima las nubes, como un perro que se sacude para deshacerse de los parásitos, e hicimos un alto para ver el espectáculo que nos brindaba una vez más la montaña y sacarle algunas fotos. Saqué la cámara de la mochila, apunté hacia el Torreón de los Galayos, la cumbre afilada más famosa del macizo, apreté el disparador y la imagen capturada apareció en la pantalla de la cámara digital. Sin quitar la vista de la pantalla di un par de pasos por el fácil sendero, hasta que pisé una losa resbaladiza del borde y empecé a caer por un pequeño cortado de espaldas. Detrás mía oí a Kike decir "no". En los primeros metros que me vi caer por una especie de chimenea de nieve y roca, conseguí darme la vuelta e intenté parar con las manos; intentaba agarrarme a algo instintivamente, te sale sin pensar, te revuelves con la adrenalina saliéndote por las orejas. Recuerdo que pequé dos buenos impactos con mi cuerpo contra las rocas, pero no había dolor, solo roca y nieve pasando velozmente por delante de mis ojos. Uno de los golpes lo sentí en la cara. No llevaba casco, obviamente, y por unas milésimas de segundo llegué a pensar si un nuevo golpe me haría perder el conocimiento, ¿aquello se sentía antes de morir de un golpe en la cabeza? Después aterricé en una pala de nieve que frenó mi caída, cerca ya del mismo sendero que habíamos ascendido, una curva de herradura más abajo. Miré hacia arriba y vi sangre en la nieve y a Kike asomarse al cortado antes de preguntarme si estaba bien. Para cuando mi amigo de Estella bajó a mi lado yo ya estaba de pie mirándome mis manos ensangrentadas y empezando a notar dolor en mi pierna derecha. Había caído unos 10 metros por terreno mixto y otros 10 por nieve, pero no pareciera que tuviera nada roto. Kike y yo nos miramos a la cara y empezamos a reír, no era para menos; él se había llevado un buen susto y yo estaba de una pieza.
Sin perder tiempo empezamos el descenso a pie porque "en caliente" no me dolía mucho la pierna. Es la única ocasión en mi vida que he estado cerca de llamar al 112. Bajamos hasta el coche los casi 600 metros de desnivel, y Kike me llevó al centro de salud de Arenas de San Pedro. Allí dos chicas muy majas estuvieron mirándome las heridas; una de ellas al ver que tenía un golpe en la mejilla derecha estuvo palpándome la cabeza, me pusieron puntos de sutura en mi mano izquierda y me vendaron un golpe o esquince de la muñeca derecha. También nos recomendaron acudir al Hospital de Ávila para que un traumatólogo me viera la pierna, porque tenía un buen golpe en ella y me dolía. En Ávila, mientras esperábamos a la placa de rayos X que descartara alguna fisura o fractura, Kike y yo conocimos a un hombre en la salita de espera que nos contó que en una ocasión se había roto la cadera al caerse en una carrera de montaña en el Pico San Millán (2116m) de Burgos. Después del hospital salimos a la noche de marcha por Ávila, y mezclé pastillas con alcohol y me puse malo de las tripas. Al día siguiente iríamos al rescate del otro coche en la Plataforma de Gredos, y conocería parte de la provincia de Ávila con el gran Kike de guía turístico local.
Al regresar a Navarra aun estuve un mes convaleciente por el golpe en la parte baja de mi pierna derecha. El doctor Xabier Garaioa me recomendó contrastes de agua fría y caliente para mi tobillo y sané rápidamente. En una de sus consultas me dijo "has sufrido el típico accidente de montaña por foto". No le faltaba la razón; desde entonces si miro en el monte algo en la cámara, no doy ni un solo paso.
Gracias Kike por cómo me cuidaste.
Gracias Kike por cómo me cuidaste.
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