Se suele decir que no hay dos sin tres, y tras los infructuosos intentos a Iliniza Norte y Chimborazo, llegó el tercer intento abortado por el mal tiempo, en el precioso Volcán Cotopaxi (5895m). En esta ocasión mis amigos bomberos de Barcelona y yo estábamos aclimatados y fuertes como el vinagre, y tras salir los últimos del Refugio José Ribas, en plena noche ecuatoriana, adelantamos a todos los guías y sus clientes hasta alcanzar los 5100 metros en escasa media hora (a ese ritmo habríamos coronado la cima de la montaña en un buenísimo tiempo). Allí, en la entrada al glaciar, los guías discutían con los clientes porque el riesgo de aludes era muy elevado, uno de ellos, mientras cortaba la nieve para enseñar a sus clientes europeos la inestabilidad del manto blanco, dijo; "es que parece navidad, ¡no para de nevar!"
Al final, hubo que regresar a la seguridad del refugio tras 300 metros de desnivel, y nos metimos en los sacos a dormir. A la mañana, un turista anglosajón se puso como un loco y nos amenazó porque nosotros tres le habíamos despertado por la noche en nuestro ataque a cima, lo cual no tenía mucho sentido porque al menos treinta o cuarenta personas habíamos salido del refugio para subir a cumbre. Pero únicamente se cebó con nosotros...
Cuello de Luna, es lo que significa la palabra Cotopaxi, fue la montaña que peor se portó conmigo en Ecuador, y ahora está en erupción. Antes de morirme me gustaría hollar este cráter tan hermoso.
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