¿Te apetece la Leze?

La Leze... ¡Qué lugar!
                      -Pau, ¿te apetece la Leze? Llevo toda la puta semana diciéndote que un día por la tarde debemos de ir y ni caso...
                      -Asier, mañana te voy a recoger después de tu curro y nos vamos para allí.
                      -Más te vale. La vas a flipar, prepara la cámara.

Y la cámara reflex se queda en casa, obviamente, no tengo intención de meterla haciendo barranquismo, ya haré fotos con el móvil y una cámara txikita, hasta que la cámara txikita se queda sin bateria en la entrada a la cueva, tras 50 minutos de aproximación... Asi que Asier se deja el alma definiéndome de mil maneras horripilantes, desde "caraculo" a "petacu" pasando por "gilipollas". Al menos esta vez le voy a dar la razón, tiene toda la santa razón, el descenso de la Leze es una de las actividades deportivas más guapas que alguien de nivel medio puede hacer en todo Euskadi porque el lugar es hechizante, fascinante, embrujador, seductor, fascinante, cautivador... Y Asier sabe a dónde me lleva, se conoce el barranco de otras ocasiones y juega con ventaja, el barranquista de Villava se porta bien conmigo muchas veces aunque nos vacilemos hasta lo más profundo, nos llevamos bien y somos buenos amigos. Gracias compañero por enseñarme lugares así.

          La aproximación a la entrada norte de la Leze, ese paso subterráneo y espectacular que comunica el agua que nace sobre la Hoya de la Leze con el río Arakil, es una de esas aproximaciones que embelesan por sus vistas y su recorrido original a través de la escuela de escalada de Egino y la Brecha de Koloxka, siguiendo la tubería de la antigua central que había en la salida de la Leze, la que se construyó tras la avenida de agua que destruyó la antigua tubería, la que pasaba por el interior de la cavidad. Después hay que destrepar hacia el norte hasta internarse en la Hoya de la Leze, un gigantesco sumidero natural repleto de hayas, como un bello y exuberante oasis en mitad de la nada. Solo faltan las lamias.

          El descenso propiamente dicho comienza con un rápel guarrete de 23 metros desde un árbol, y a continuación nos introducimos en el largo vestíbulo de entrada a través de varios rápeles cortos. En cuanto falta la luz y hay que encender los frontales llegan varios rápeles algo más largos, algunos voladizos... intercalados entre tramos de caminata, y algunas curvas, como si la galería se retorciese, con techos de caliza súper-altos y hermosos a donde mirar y quedarse con la boca abierta. De repente una claridad en forma de luz tenue y verdosa ilumina el fondo del vestíbulo, estamos llegando al exterior tras 600 metros de recorrido subterráneo. En este tramo último hay varios muritos que destrepar, un sumidero pequeñito y algún saltito. Una manera estupenda de salir al exterior, donde pegamos algunos gritos de alegría y nos desabrochamos los neoprenos. Asier se remoja un par de veces en la poza final y me llama "el Misino". Mojarme con agua fría no es lo mío.

         

Aproximación para subir de 600 a 930 metros de altitud.

Escaladores en Egino.


La Hoya de la Leze desde la cresta de aproximación.
En la imagen se puede ver la Brecha de Koloxka y el monte Artzanegi (991m)

Descenso "trepalari" para bajar de 930 metros a 766.

Y de pronto llegas al Paraíso... Un rincón mágico de hayas donde hayamos una puerta al infinito...

Listos para el abordaje.

Primer rápel de 23 metros.

Poca luz para mi cámara del teléfono móvil.

Casi dos horas por el interior de la Tierra rapelando saltos de agua...

La luz hace acto de presencia en cuanto nos acercamos a la salida. Una salida con varios destrepes y badinas donde tirarte a lo "cuchareta".

...

Algún rápel pequeño hacia el final.

Asier mira a los ojos al mini-sumidero del final.

Asier atravesando el sumidero.

Últimos destrepes.
Crokis. (espeleobloc.com)

Gran actividad.


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